Como cada domingo a las seis de la tarde, Profesor se sentaba frente a su escritorio para disponerse a corregir los exámenes que había realizado durante la semana a sus alumnos. Era un ritual que se había mantenido inalterable desde hacía innumerables cursos. Al igual que la casa en la que vivía con su madre, el escritorio de Profesor era austero, tan austero que sólo tenía una lámpara que había sido testigo de miles y miles de correcciones. La soledad de la lámpara sólo se veía trastocada los domingos a las seis de la tarde cuando Profesor sacaba de su cartera los exámenes y su bolígrafo rojo. Pero aquel domingo algo cambió para siempre la rutina de Profesor…
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Faltaban menos de cinco minutos para las seis de la tarde, cuando Profesor se dispuso a sacar de su cartera los exámenes de la semana. Tras colocarlos encima de su escritorio al lado de su lámpara, volvió a coger su cartera para sacar su bolígrafo rojo. Y entonces sucedió algo inesperado. Su bolígrafo rojo había desaparecido. Faltaban pocos minutos para las seis de la tarde…
La relación de Profesor con su bolígrafo rojo era una relación muy especial. Bolígrafo rojo en mano Profesor se sentía poderoso e importante. Con él había corregido miles y miles de exámenes. A Profesor le encantaba corregir los errores que los alumnos curso tras curso cometían en sus exámenes. Profesor era muy meticuloso en sus correcciones y su bolígrafo rojo era implacable. No había un sólo error que se le escapara. Profesor no sólo corregía exámenes: tachaba párrafos erróneos, rodeaba con círculos las palabras mal escritas, ponía signos de exclamación e interrogación en respuestas equivocadas o mal expresadas. No había un solo error que Profesor no detectara en un examen. No había una sola equivocación que la tinta de su bolígrafo rojo no dejara impregnada en un examen.
Faltaba poco para las seis de la tarde. No podía ser. Era imposible. Su bolígrafo rojo había desaparecido. Buscó una y mil veces en su cartera, en sus pantalones, en su americana. Pero nada. No había rastro de su bolígrafo y el tiempo jugaba en su contra. ¿Cómo iba a corregir los exámenes? ¿Qué les diría a sus alumnos cuando entrara por la puerta del aula?
Profesor se sentía perdido, confuso. ¿Quién era él sin su bolígrafo rojo? ¿Cómo sería capaz de resaltar los errores en los exámenes de sus alumnos? Había que hacer algo y rápido.
Sin tiempo que perder, empezó a buscar un bolígrafo rojo. Seguro que tenía alguno escondido en algún cajón. Busco en el salón, en su dormitorio, en el comedor, pero no fue capaz de encontrar ninguno. Entonces se acordó de que tal vez podría encontrar uno en el cajón de la cocina. Rápidamente, se dirigió a la cocina y abrió el cajón. Con sus manos iba palpando todos los objetos que en ese cajón se habían acumulado desde su infancia: cerillas, pilas, abrelatas, imanes y… ¡No era posible! ¡Había encontrado un bolígrafo! ¡Por fin podría sentarse frente a la mesa de su escritorio y corregir los exámenes! No había tiempo que perder. Un centenar de exámenes le estaban esperando. Ya tenía lo que quería, ya podía volver a ejercer su poder. Con el bolígrafo en la mano Profesor se sentía el hombre más poderoso del mundo.
Sólo pasaban cinco minutos de las seis de la tarde cuando Profesor se sentó frente a su escritorio para proceder a la corrección de exámenes. Encendió la lámpara, cogió el primer examen con su mano izquierda mientras que con la derecha sostenía el bolígrafo felizmente hallado en el cajón de la cocina. El ritual sólo se había demorado unos minutos.
Profesor empezó a leer las respuestas del primer examen ávido de encontrar un error. Y ahí estaba. Una respuesta incorrecta, el primer error de aquella tarde de domingo. Sin tiempo que perder cogió su bolígrafo y se dispuso a marcar con una cruz el error al que pensaba a acompañar con algunos signos de exclamación y una nota en el margen que rezara lo siguiente: ¡Qué disparate! ¡No has entendido nada!
El bolígrafo que sostenía Profesor con su mano derecha se dirigió entonces con vuelo presto hacia la respuesta incorrecta. Todo estaba a punto para que en el momento en el que la punta del bolígrafo hiciera contacto con la hoja de examen, una raya marcara la primera diagonal de la equis que aquella respuesta incorrecta se merecía. Y así lo hizo Profesor. Cogió su bolígrafo y, en el mismo instante que marcaba la primera diagonal, un grito de horror salió de su boca. Fue entonces cuando se acordó de su madre.
La madre de Profesor era una madre diferente al resto de madres. Ella siempre tuvo la firme convicción de que la enseñanza debía hacerse desde el acierto y no desde los errores. De niño, Profesor había tenido muchos problemas para aprender a escribir. Todas las tardes llegaba a su casa llorando y sosteniendo en sus manos una ficha repleta de correcciones en rojo que su maestra le había dado para que viera lo atrasado que iba con respecto a sus otros compañeros.
Cuando la madre veía esa ficha y los ojos de su hijo, se le rompía el corazón. Y fue ese dolor lo que le hizo tomar una decisión que cambiaría la vida de su hijo. Ese día decidió comprar un bolígrafo verde con el que ayudaría a su hijo a mejorar su escritura. Cada tarde se sentaba con él en la mesa de la cocina y practicaban ejercicios de escritura durante quince minutos. Cuando su hijo acababa los ejercicios, su madre cogía el bolígrafo verde del cajón de la cocina y rodeaba con un círculo todos los aciertos que había cometido su hijo.
Con el tiempo su hijo fue mejorando no sólo su escritura, sino su autoestima y autoconfianza. Hasta que llegó el día de guardar el bolígrafo verde en el cajón de la cocina, el bolígrafo verde en el que su hijo había aprendido la importancia de los aciertos, el valor del refuerzo positivo incondicional.
Pasaban pocos minutos de las seis de la tarde y Profesor sostenía el bolígrafo verde con el que su madre le había enseñado en valor de reforzar los aciertos por encima de los errores. En el centro de su escritorio estaba el primer examen por corregir de la tarde, un examen con una raya en diagonal de color verde, una raya que Profesor decidió que se quedaría sin la compañía de la otra diagonal que debía marcar con una equis el error de una respuesta incorrecta.
Pasaban pocos minutos de las seis de la tarde y Profesor agarró con fuerza el bolígrafo verde con el que su madre le enseñó a valorar los aciertos por encima de los errores y se dispuso a seguir leyendo el primer examen de la tarde. Tardó poco en encontrar una buena respuesta. Y, al encontrarla, cogió su bolígrafo verde y su rostro esbozó una sonrisa, la misma sonrisa con que su madre le obsequia con cada acierto reflejado en el bolígrafo verde…
FIN
Fuente del artículo: La idea de la historia nace de la lectura de un artículo que hablaba acerca un método denominado Método del bolígrafo verde. Dicho artículo se centraba sobre todo en el refuerzo positivo a la hora de aprender y consolidar la caligrafía en edades tempranas sustituyendo el bolígrafo rojo, donde se remarcaban los errores, por un bolígrafo verde que incidiera en los aciertos.
- Podéis leer el artículo sobre el Método del bolígrafo verde en el siguiente enlace.
Este artículo o historia o cuento no ha querido ser más que una reflexión sobre la importancia del refuerzo positivo incondicional. Y debo confesar que me aplico el cuento a mí mismo. De hecho, debo confesarte que en mi estuche, en el momento en que escribo esta entrada, no hay un bolígrafo verde, pero sí rojo. Tal vez sea el momento de incorporar en mi estuche un bolígrafo verde que sea capaz de recordar a mis alumnos todo lo bueno que han conseguido plasmar en sus ejercicios. Tal vez así consiga arrancar la misma sonrisa que la madre de Profesor consiguió arrancar a su hijo.
¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo? (Vincent Van Gogh)
Agradecimiento: Quiero agradecer a Conxita Flores, lectora y seguidora de Justifica tu respuesta, la idea que ha dado pie a esta entrada. ¡Gracias Conxita!
Gilberto Mata says
Excelenta material, felicitaciones
Santiago says
Muchas gracias Gilberto. Recibe un cordial saludo
Yumak says
Excelente muy reflexivo, definitivamente es necesario utilizar el bolígrafo verde.
Conxita Flores says
Gracias a ti Santiago! Sabia que escribirias una gran història.
Una abraçada!
josé luis pozos says
Excelente historia. Tendré que reforzar los aciertos y no hacer tanto caso de los errores. Viva el Bolígrafo Verde.
Don Santi, como comienza a ser conocido entre mis compañeros a quienes he hecho partícipes de Justifica t respuesta, gracias por todo lo que realiza en favor de la educación.
Santiago says
Muchas gracias Luis por tu generosidad
Asun says
Una historia preciosa que cualquier docente, que ame con verdadera convicción su noble profesión, debería tener muy en cuenta, pues nuestros hábitos muchas veces terminan siendo perniciosos y más que ayudar a los alumnos terminamos perjudicándoles.
Muchas gracias, Santiago.
Santiago says
Muchas gracias a ti Asun por su lectura. Un saludo
Maria Jose Perez Caballero says
Gracias, Santiago. Yo doy puntos por cada palabra escrita con ortografía correcta. Pero no se me había ocurrido lo del bolígrafo verde.
Alejandro Romero says
Para enseñar Etimologías utilizó un código de colores que incluye el verde, sin embargo creo que es hora de comenzar a utilizarlo en la evaluación.
Irma Galvis says
Este articulo me trae a la mente mi epoca de practica docente. Podia tener muchas aspectos pisitivos y siempre me subrayaban con rojo lo que no habia hecho bien . Por esto nunca le corrijo a mis estudiantes con boligrafo rojo
Santiago says
Gracias Irma por tu testimonio
virginia says
muy interesante esa historia
Rita Moreno says
Agradezco este cuento, lo imprimiré para compartirlo en Consejo Técnico, es una buena idea para fortalecer a nuestros alumnos. Felicidades
Santiago says
Muchas gracias Rita por tu generosidad
Carlos Fuentes says
Creo que tenemos la tendencia a ver mas «el vaso medio vacío, en vez de medio lleno», creo que ahora debemos desaprender el uso del color rojo y aprender el uso del color verde. Gracias por la historia. Saudos
anne says
Gracias , Santiago .
Muy interesante !!!!!!
Santiago says
Gracias Anne 😉
Raquel says
Me ha encantado la historia y la moraleja, creo que los profesores debemos enfatizar los aciertos de los alumnos pero también me preguntó: ¿es posible calificar teniendo en cuenta sólo los aciertos?
Felix says
A una edad temprana y respecto a lo básico sí. Los pequeños se emocionan cuando se les da una felicitación y cuando hacen algo bien intentan siempre hacerlo de la misma manera. Sería interesante responder tus preguntas a partir de los adolescentes y la complejidad de los ejercicios que tienen que realizar.
Franki says
como docentes generalmente nos centramos en lo que el alumno deberi haber aprendido sin tomar encuenta al alumno, me parecio una buena historia y un excelente metodo que pretendo implementar desde hoy, gracias.
J GUADALUPE GARCÍA VÁZQUEZ says
La historia nos recuerda siempre que los maestro no somos inquisidores del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino facilitadores.
José Cristóbal López says
Esta excelente la publicación, muchísimas gracias, soy profesor y me ayudara mucho de eso estoy seguro gracias.
Francisco Gonzaga says
Excelente, debo compartir este mensaje a los compañeros.
MANUEL ANTONIO SALDAÑA RUBIO says
Muy sugerente artículo y comentario del amigo Satiago Moll.
FELICITACIONES.
maria jesús says
Ay, qué preciosa historia!!! Cómo me gusta!!! La verdad utilizo rojo para corregir y no soy nada sin él como Profesor . Pero no disfruto subrayando errores sino anotando y animando cuando veo aciertos sobre todo en niños con dificultades. Y parece una intuición … pero este curso ha sido todo un empeño tener un boli verde!!!! Santiago, sabes plasmar con palabras las emociones y las ideas de muchos maestros. Gracias…
carlos flores says
EXELENTE…!!! De hecho jamas estuve de acuerdo con el lapicero rojo. Aunque no tenga mucha experiencia en mi trabajo como prof. de Comunicacion y Lenguajes . QUE VIVA EL METODO DEL BOLIGRAFO VERDE…!!!
Santiago says
Gracias por tu testimonio Carlos
veronica says
gracias Santiago, estoy escribienodo una tesina para mi carrera de couching, sobre padres como formadores de sus hijos, y este cuento es perfecto. Tienes articulos muy acertivos, y claros!! muchas gracias!! saludos
Santiago says
Un placer VERÓNICA.
Felipe says
En educación también sufrimos las tendencias pendulares. No dejamos de buscar el grial de la metodología y eso es genial; vitalidad docente. De todas formas, no deja de ser paradójico que más de 2000 años después, reconozcamos como idealeslas formas de enseñanza del ágora.
Partiendo de que aplaudo la filosofía del bolígrafo verde para lo que fue ideado, creo que no hay que extrapolarla extremamente a todo. Más bien, nos debería servir de inspiración y aplicar más refuerzo positivo.
Sobre los errores y el boli rojo, es hora de dejar de demonizarlos. Hay teorías relativamente contemporáneas, en idiomas sobre todo, que se basan en el componente consteuctivo del error hacia el aprendizaje.
Así pues, no soy nada partidario de obviar los errores, si no de naturalizarlos, de incorporarlos. Los errores son una oportunidad única de progresar en el aprendizaje, aportan feedback y son una enseñanza de lo que puede ocurrir en la vida real. Los errores nos enseñan a corregir, a ser resolutivos, a poner un plan b. Los errores, bien empleados, dan una cantidad de información al propio alumno y al profesor valiosísima de la calidad y el progreso de su aprendizaje.
Por qué elegir cuándo se pueden tener dos bolígrafos en el estuche?
Enhorabuena por el blog 😉
Santiago says
muchas gracias por tu testimonio Felipe
Vladimir Quintana says
Gracias por recordarme cuál es mi verdadero rol como docente. Voy a comprar una docena de bolígrafos verdes.
Rebeca says
Creo que recordar nuestras biografías escolares, nos permiten comprender qué sienten nuestros alumnos, nos sensibilizan y amplian nuestra mirada acerca de: «qué es un error».
Antes de usar el bolígrafo, independientemente del color, deberíamos tratar de comprender qué quisieron comunicar nuestr@s alumn@s, qué piensan, qué lectura hacen de la realidad, cuál fue el recorrido para llegar a esa respuesta.
Sentarse un día a la semana, a un horario determinado, apremiados por encontrar aciertos o errores, lejos de l@s alumn@s, puede que aporte datos cuantitativos para el profesor y una calificación fría y a destiempo para el alumno.
El color del bolígrafo si no está acompañado de la intencionalidad de generar un vínculo que inspire confianza para superar el error y aumente la autoestima en los aciertos, sería un acto carente de sentido, basta con remitirnos a la madre del profesor, quien sabía fundamentar sus convicciones y llevarlas a la práctica.
Saludos Cordiales!!!
Silvia says
Ante todo muchas gracias por esta publicación. Sin duda lo aplicaré. Sin embargo me pregunto, ¿deberíamos usar exclusivamente el boli verde, o sería conveniente una combinación de rojo y verde?
Muchas gracias por tu respuesta.
Bismrk Villanueva Fajardo says
Interesante,motivadora y didáctica historia,la socializaré con mis colegas en la asignatura de identidad profesional.Gracias por compartirla.Saludos
Amadeo Artacho says
Me ha gustado mucho.
Enhorabuena Santiago.
Saludos.
ester says
la verdad que me gusto este relato y yo no soy docente, no pude seguir estudiando ,pero me anoto a correguir a mis hijos con boligrafo verde desde ahora y a los niños a quien acompaño a estudiar para algunas pruebas….. gracias
Estela says
Excelente artículo. me encanto, lo pondré en práctica y lo compartiré con otros docentes.
Gracias !!!
Elsie Echeverri says
Muy interesante su artículo; felicitaciones.
Se me vienen a la memoria las palabras de mi hija cuando estaba en sus primeros años de escolaridad: «Es que en el examen nos preguntan lo que no sabemos», con lo cual estaba indicando que en el aula se calificaban los desaciertos, haciendo caso omiso de todo lo que ellos sabían.
José Almeida says
Santiago, tarde pero sin sueño, sólo y hasta ahora pude ver tu artículo, me encantó porque como facilitadores del aprendizaje debemos usar lo mejor que aconseja la pedagogía para estimular el mejor camino para aprender y para enseñar, muy de acuerdo con el bolígrafo verde. Saludos desde México.
Moises Rios says
Muy interesante, sobre todo aprender a desterrar la sanción por el premio, que el esfuerzo por lo pequeño sea motivo de intentar algo cada vez mayor.
Marisol says
Gracias soy coordinadora en un colegio y esta lectura la usare para reflexionar con mis docentes, muy agradecida.
latigo negro says
Este artículo me remonta a la época de cuando era estudiante escolar, mi profesor (a) regla en mano daba su concepto de calificación (aprobado o reprobado). Era duro equivocarse muchos años atrás, las pruebas se hacían de manera verbal en presencia del rector con ayuda de la tiza, el borrador y el tablero.
El castigo físico venía irremediablemente a los que nos equivocábamos en las pruebas o por disciplina como parte del proceso educativo. En ese entonces los actos eran castigados no corregidos (He ahí el método bolígrafo verde). Tal vez sea el momento de incorporar en mi ego un bolígrafo verde, que resalte de mi vida los aciertos logrados de manera taxativa de los errores y fracasos que a veces tienden a ser más …
“La letra con sangre entra “Las escenas comenzaba cuando llegábamos a casa con un regletazo marcado en la palma de la mano o en las piernas, el jalón de orejas, la postura del gorro de burro como escarnio ejemplar entre los mismos compañeros, impedir que saliera al recreo permaneciendo de pie mirando hacia la pared en una esquina del salón, estos eran algunos de los castigos que recuerdo y que actualmente ya no tienen espacio en los escenarios escolares.
Rodrigo Matus Castillejos says
Interesante lectura. Considero que los errores se los dejaríamos a los alumnos encontrarlos por sí solos y corregirlos; los aciertos, labor del maestro con su bolígrafo verde.
Una lectura que se puede hacer en el seno de los consejos técnicos, para su análisis y discución.
David says
Excelente historia. Excelente enseñanza. Gracias.