Aquellos que amáis la poesía seguramente conoceréis un poema de César Vallejo titulado Los heraldos negros que empieza así: Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
A lo largo de nuestras vidas todos hemos sufrido golpes muy duros y muy fuertes. Hoy os quiero contar el golpe más duro que he sufrido desde que ejerzo como docente, la muerte de uno de mis alumnos de tutoría.
Soy plenamente consciente de lo delicado del tema. De hecho, llevo varios meses dándole vueltas a cómo enfocar este artículo desde el más absoluto respeto hacia todos aquellos que, directa o indirectamente, compartieron el dolor de la pérdida de un alumno, de un compañero, de un hermano, de un hijo. Pero, si me he decidido a escribirlo, es para reflexionar sobre cómo los centros educativos enfocan el tema de la pérdida de un ser de su comunidad. Lamentablemente, soy de la opinión de que todavía hoy resta un camino enorme por hacer en este aspecto. Creo que la Escuela, la que se escribe con mayúsculas, ha rehuido el tema de la muerte, el tema de la pérdida, convirtiéndolo en un tabú. El artículo de hoy es la historia de una pérdida, el artículo de hoy es la historia de Miquel.
Imagen extraída de Shuttershock
Cómo me enteré la muerte de Miquel.
Era un domingo a primera hora de la tarde. Recuerdo ese día como un día radiante, lleno de luz, una luz que acabaría apagándose en el momento en el que sonó el teléfono. Recuerdo que me extrañó muchísimo por la hora en la que se produjo. Cogí el teléfono y al otro lado escuché la voz del director de mi centro. De aquella conversación no recuerdo apenas nada, sólo la primera frase que pronunció mi director y que decía así: «Santi, hemos perdido a Miquel«. Podrán pasar muchos años, pero no tengo el menor atisbo de duda de que esta frase no se me borrará jamás. Ese día recibí la más triste de las noticias, mi heraldo negro. Si nos fijamos en las palabras que pronunció el director, creo que reflejan a la perfección cómo muchas veces enfocamos y nos enfrentamos los adultos a la muerte. Mi director no pronunció tal palabra, prefirió hablar de pérdida y mi inconsciente fue incapaz de asimilar esa pérdida con la muerte. Fue al cabo de unos minutos cuando asumí el significado de la palabra pérdida, la pérdida de Miquel.
Cómo se vivió la muerte de Miquel en el centro.
Como ya he dicho anteriormente, casi nada recuerdo de la conversación telefónica que tuve con el director. Pero no sólo he borrado de la memoria buena parte de aquella conversación. Lo más sorprendente es que soy incapaz de recordar prácticamente nada de aquella mañana de lunes. Tengo guardados fragmentos dispersos, mezclados con lágrimas, preguntas, decisiones… pero poco más.
Y es ahí donde precisamente quería llegar. Pasados los años he podido comprobar como mi centro en aquel entonces, no estaba preparado para una tragedia de esas dimensiones. Vaya por delante que no quiero cuestionar la gestión que hizo el centro de la muerte de Miquel. Estoy seguro de que toda la comunidad educativa lo hizo lo mejor que supo en aquel momento. Sólo quiero insistir en que no nos habían preparado para ello.
Ahora echo la vista atrás y me doy cuenta de que en la muerte de un alumno de un centro escolar intervienen distintas partes:
- Director
- Orientador
- Tutor
- Compañeros de tutoría
- Amigos
De aquella mañana recuerdo la dificultad de la toma de decisiones de cada una de las partes. Si en mi caso no soy capaz de recordar lo que pasó aquella mañana, posiblemente sea porque no hice nada significativo al respecto. Me di cuenta de que cada parte implicada tenía una visón de la muerte de Miquel, y la suma de decisiones tan dispares provocó muchas desavenencias.
¿Cómo se hubiera podido gestionar la muerte de Miquel?
Estoy convencido de que la gestión de la muerte de Miquel se hubiera podido gestionar mucho mejor a partir de tres elementos que me parecen básicos en cualquier tipo de crisis:
- Prevención: Hay que educar para la muerte. Hay que tener la valentía de enfrentarse a ella con la mejor de las predisposiciones, porque es algo inherente a todos y de una u otra manera siempre acaba por afectarnos. Y creo que deberíamos educar para muerte desde muchos ángulos, pero sobre todo a partir de la resiliencia. De ahí que haya escrito un artículo precisamente sobre cómo educar la resiliencia y que se titula 10 maneras de enseñar resiliencia a tus alumnos. En este artículo doy algunas pautas de cómo podemos ayudar a nuestros alumnos a superar momentos tan trágicos como la muerte de un compañero de clase o amigo. Pero este artículo quiere ir mucho más allá, porque la resiliencia no debe enfocarse en los centros como algo individual, sino hay que educarla desde la colectividad. Si conseguimos hacer una comunidad educativa resiliente, seremos capaces de afrontar con la mejor de las predisposiciones, todas aquellos obstáculos y reveses que puedan surgir a lo largo de un curso escolar.
- Protocolo: Otro aspecto que me parece necesario y fundamental es la creación de un protocolo de actuación ante una desgracia como la muerte de un alumno. Como todos sabéis, todos los centros escolares se rigen por normas y protocolos de actuación. Pues bien, ¿por qué no disponemos los centros de un protocolo que nos ayude a gestionar una tragedia como la muerte de un alumno?
- Formación externa: El tercer y último aspecto del que me gustaría hablar es de la formación externa. Creo que sería tremendamente interesante que equipos externos pudieran educar tanto a docentes, como a alumnos y a padres, para afrontar con las mejores garantías cualquier adversidad. Me consta que en la Educación Primaria hay centros que trabajan específicamente temas relacionados con el duelo y la muerte. Confieso que me parece una iniciativa extraordinariamente valiosa. Y en este sentido, lo que me choca es que este magnífica trabajo que realizan muchos equipos psicopedagógicos en la Educación Primaria, desaparezca por completo o casi por completo en la Educación Secundaria.
Ahora vuelvo la vista atrás y pienso en ese lunes, en las pocas decisiones qué tomé, en las contradicciones en las que incurrí, en lo poco preparado que estaba para afrontar la muerte de un alumno de mi tutoría.
La vida nos seguirá golpeando, a unos más que a otros. Ojalá que entre todos sepamos mitigar esos golpes con una buena gestión de las emociones, con una formación adecuada y con unas pautas que hagan de la tragedia una elemento cohesionador de toda, repito, toda la comunidad educativa.
Quiero acabar este artículo recordando a los padres de Miquel con los que tuve ocasión de hablar en diversas ocasiones y de su hermano, a quien tuve el placer de impartirle clases años más tarde. A ellos y a todos os dedico esta preciosa imagen acerca del dolor:
Las heridas del corazón se cosen con las aguja del reloj
Raquel says
Gràcies per compartir Santi.
smoll73 says
Un plaer Raquel. Salutacions des de Menorca
mercedesontoria says
Te felicito por tu reflexión. En nuestra cultura, por desgracia, la muerte es un tabú, hablamos de ella con eufemismos, realizamos gestos que eviten nombrarla porque, la verdad, nadie sabe cómo tratar con ella. La rechazamos hasta que la vemos de frente, y entonces solo nos queda sufrir.
Sería fundamental saber educar en este tema porque es tan importante, o quizá más que cualquier otra disciplina: nos concierne a todos de una manera muy íntima. Ojalá, como dices, podamos encontrar la solución adecuada.
Gracias por compartir una confesión tan especial, tan emotiva.
smoll73 says
Muchas gracias Mercedes por tu aportación.
Noni de CON M DE MAMÁ says
M’ha agradat molt no sols el que sius sinó com ho dius. Jo sóc mestra, i et done tota la raó, efectivament és un tema delicat en el que, efectivament, ens falta preparació.
Un gran descobriment el teu blog.
Salutacions
smoll73 says
Moltes gràcies. Salutaciones des de Menorca 😉
Rebeca says
Ha sido precioso lo que has escrito. Me ha emocionado profundamente. Cuando era estudiante de secundaria mi hermano murió en una accidente d coche y tengo un grato recuerdo de mis profesores y compañeros que estuvieron a mi lado. Es un tema difícil de tratar en el aula pero muy necesario. Gracias!
smoll73 says
Sé que no es un tema fácil y no quería herir a nadie. Gracias por tu comprensión. Mis mejores deseos
Beatriz says
Me encanta haber encontrado esta entrada, es un tema muy interesante e importante a tratar, en cualquier centro, en cualquier aula. Me gustaría contar dos ‘experiencias’ no como la tuya, pero relacionadas con el tema.
En mis prácticas de infantil (hace ya 6 años, lo que ha llovido desde entonces), mis niños jugando ‘aplastaron’ una oruga, que escondí rápidamente para que no la vieran y enfrentarme al tema de ‘está muerta’ porque no sabía como explicárselo (¡son muy chicos! pensé). Mi sorpresa fue cuando uno de ellos dijo, ‘se ha ido al cielo como mi abuelo’ ‘como mi abuela’ dijo otro. La tutora y yo nos miramos, organizamos una reunión con los demás maestros y, junto con la aprobación de las familias y su ayuda se les explicó qué significaba el ‘se ha ido al cielo’ a los más pequeños y la muerte a los más grandes. Nunca se habían planteado en el centro tratarlo, y que pasaría si faltara algún alumno. Creo que fue el punto de partida para cambiar la aptitud y tratar el tema con la mayor naturalidad posible.
Otro punto fue en la facultad. He aquí la falta de empatía de muchos docentes. Un día cualquiera, iban pasando los profesores por clase sin percatarse del estado en el que se encontraban los alumnos, daban la lección y se iban. Sólo uno de ellos, el que impartía la última clase, se dio cuenta que sus alumnos no hablaban como de costumbre, no estaban alborotados por la hora que era, y les preguntó qué ocurría. Había muerto un compañero. Como era normal, no impartió clase y habló con ellos, se puso en su lugar y los ayudó de la mejor manera posible. Cuando terminó habló con todos los profesores que habían pasado ese día por el aula, la cara que se les quedaría sería un poema, y no quiero imaginar cómo se sentirían.
smoll73 says
Gracias por estas dos experiencias Beatriz, que no hacen otra cosa que mejorar el artículo. Me ha gustado mucho cómo el profesor gestionó las emociones del grupo y cómo estuvo atento a lo que pasaba a su alrededor.
Jordi Rodon says
Creo que la resiliencia es difícil de educar, se trata de algo que està en nosotros y se ha formado durante la primera infancia (Cyrulnik), y por otro lado la insistencia en ser fuertes creo que puede estar relacionada con el mismo tabu a la muerte, al final no deja de ser una respuesta evitativa al duelo, la referencias a que el tiempo lo cura todo también son una muestra de ello. Por otro lado te felicito por el artículo y la autocrítica que haces de cómo lo gestionó tu centro, hay que empezar por ahi. Gracias.
smoll73 says
Gracias Jordi. No sabes cómo valoro aportaciones como la tuya en el blog. Mis mejores deseos.
Jorge Juiz says
Hola Santi, a nosotros tb nos paso con una alumna, Joselin, después de ocho meses con unos pulmones trasplantados. Era de PCPI y pidió vernos a Chus y a mí, sus profesores. Fue duro, muy duro para todos chicos y nosotros; sigue estando en nuestra Wiki «pcpillegaremosatiempo2»!
Santiago says
Muchas gracias Jorge. Comentarios como el tuyo son de gran valor en este blog. Te estoy muy agradecido. Un cordial saludo
Natalia Gil de Fainschtein says
Excelente artículo! Gracias por tratar este tema que lamentablemente sigue siendo tabú no sólo en las escuelas… en casi todos los grupos ya sean laborales, de estudio, de amigos el tema de la muerte suele ser rehuido.
También pasé por la triste experiencia de la muerte de un alumno, Eliel tenía sólo 4 años y fue un shock para toda la escuela enterarnos de esta muerte. Creo que hicimos un buen trabajo como equipo directivo en la contención de niños, padres y docentes. Tal como dices no teníamos un protocolo a seguir pero luego de esa experiencia lo tuvimos.
Compartiré tu blog en mi red para docentes. Es bueno y necesario hablar de este tema.
Saludos!
Natalia Gil – Directora de Excellere Consultora Educativa
smoll73 says
Gracias Natalia por compartir tu experiencia eneste blog. Un cordial saludo
Lady de says
Gracias por contar tu experiencia,pero mientras lo leía, mi pensamiento se remontó a ese día sábado en el hospital de Sullana , cuando salió la enfermera para comunicarnos que nada se pudo hacer por Eder, mi alumno de quinto de Secundaria. Recuerdo tanto dolor vivido por sus padres, fue en ese momento que les dije que yo me encargaría de todo, cuando me refiero a todo, implica ir a la morgue, buscar ataúd, hacer gestiones para el entierro, coordinar con el colegio,hablar con sus amigos y tantas acciones que en ese momento eran poco para lo que él se merecía. Dios medio esa fuerza salir adelante,Yo era su tutora desde primero.
Pero no todo queda ahí después regresar al aula , ver a mis churres mirar su carpeta y llenarse de un sentimiento de tristeza,es ahí donde empieza nuestra labor de sacar del dolor algo que nos mueva a salir adelante,fueron muchas acciones, Se terminó el año y la promoción llevó su nombre.;hasta ahora cuando en su casa celebran su fecha de muerte nos agrupamos en su casa los que estamos cerca y nos acordamos de los buenos momentos vividos.
Saludos Lady
Toni García Arias (@tonigarias) says
Lamento que tuvieras que pasar por esa experiencia que -para mi desgracia- comparto contigo. Y estoy plenamente de acuerdo: hay que educar para la muerte.
Melissa says
Wow me sentí muy identificada contigo! Pasé por lo mismo y aún recuerdo con mucho dolor el día que me enteré que se había ido. Tal vez no seamos su familia de «primera línea» pero somos quien los ve a diario y es inevitable no encariñarse con ellos, es imposible que no te duela.