Todos aquellos docentes que trabajamos y convivimos diariamente con adolescentes, somos conscientes de un hecho que para nada pasa desapercibido: la memoria. Nuestros alumnos tienden a ser, por lo general, descuidados y olvidadizos. Para los adultos o docentes es un aspecto que no siempre tenemos en cuenta o, mejor dicho, no siempre gestionamos de la mejor manera. En muchas ocasiones cometemos el error de pensar que el cerebro de un docente es el mismo que de un alumno y no es así. A medida que las personas crecen, también lo hace su cerebro.